Sentipensar la VIDA: No te mates ... trabajando!

viernes, 5 de marzo de 2010

No te mates ... trabajando!

Si trabajas para vivir, no te mates trabajando

Joaquín Rocha
Psicólogo especialista en Educación para la Comunicación
joacorocha05@yahoo.com.ar

El adicto al trabajo es una persona que ha hecho de su trabajo el centro de su vida al punto de llegar a anular toda otra posible actividad, ya sea familiar o social. Esta adicción resulta una compulsión, que, a corto o largo plazo, se torna autodestructiva.

Trabajar por trabajar constituye la excusa social más justa para huir de vínculos que requieren un compromiso emocional y afectivo. De algunos de mis pacientes, he escuchado, repetidas veces, que se “matan trabajando” para darles lo mejor a sus hijos. Siempre les pregunto si realmente vale la pena “abandonar” el tiempo de estar juntos, de ser testigos de sus crecimientos, por algo material que puede terminar arrumbado en un rincón.

En la mayoría de los países latinoamericanos y, actualmente, debido a la crisis global, también en otros países llamados del primer mundo, el trabajo es considerado un bien en vías de escasear, sólo disponible para algunos. Esto ha convertido a muchos individuos, tanto mujeres como hombres, en esclavos de horarios y tareas exigidas, por temor a perder sus puestos. Una realidad social opresiva que va transformándose en una realidad psíquica personal que oprime. Ser absorbido por un trabajo es habitual, resignando tiempos y relaciones. “Vivir para trabajar o trabajar para vivir” es un dilema ya instalado.
El trabajo es ineludiblemente necesario, pero debemos tener en cuenta que la dignidad del trabajo también contempla tiempos y espacios de ocio, que deben vivirse y enfocarse en la alimentación de una espiritualidad y robustecimiento de los vínculos afectivos.

Un NO dicho a tiempo ayuda a crecer (anónimo)

Existe una gran diferencia entre poner un límite y reprimir. El primero ayuda a crecer, a tomar conciencia, mientras el segundo estanca, esclaviza.

Decir No es algo bueno. Ayuda a protegerse contra la manipulación. Favorece el pensar, reflexionar, diferenciar y aceptar la diversidad. Enseña a que los demás pongan en funcionamiento su capacidad de defenderse, porque la persona que sabe decir NO ha aprendido a defenderse. Un No a tiempo favorece el proceso de maduración.

Por otro lado, también es una manera de ponerse un límite a uno mismo. Tantos SÍ concedidos, por temor a no ser querido o aceptado, hace que la persona se exponga al dolor de que los demás se aprovechen de su vulnerabilidad.

En cambio, un NO, impuesto como límite, ayuda a sentir confianza en uno mismo y a crear una imagen positiva propia; a respetarnos y ser respetados, obrando autónomamente sin preocuparse de las presiones del entorno.

Esto no invalida el ser servicial o estar a disposición de los demás. No es un rasgo de la personalidad estar negándose constantemente. El NO protege de chantajes familiares o laborales, que obligan a realizar algo que no se desea realizar. Ayuda a atender los propios deseos y las prioridades.

A ciertas personas les cuesta decir NO, como consecuencia de una desvalorización o imagen negativa de sí mismas, y constantemente tratan de demostrar que son buenas no negándose a nada. Temen al rechazo y al abandono.

Como afirma un conocido autor gestáltico “cuando uno se anima a decir NO, empieza a conocer algunos aspectos desconocidos de sus amigos: la nuca, la espalda y todas esas partes que se ven cuando el otro se va”. Sencillamente es cuestionarse si vale la pena la amistad de alguien que se enoja cuando se le dice No.

Todos los hombres estamos hechos del mismo barro, pero no del mismo molde (proverbio náhuatl)

¿Qué nos hace tan diferentes y tan iguales a los seres humanos? Si hablamos de personalidad, nos referimos a esas características psico-espirituales, por las cuales un individuo es único. La personalidad contiene los rasgos de singularidad, individualidad, emociones, sentimientos y sensibilidad que otorgan identidad e imagen especiales a un ser humano; estableciendo un patrón de modo de ser, conductas, pensamientos y sentimientos que se presentan a lo largo de toda su vida. El sello personal está dado por el carácter que se manifiesta en el comportamiento de un individuo. No hay dos personas iguales, menos aún desde lo biológico. El ADN rubrica dicha teoría.

Es casi una costumbre que, entre dos personas, se efectúen siempre comparaciones por lo que tienen de diferente y no por lo que tienen de igual o parecido. Somos educados por y en las diferencias.

El estampado de una casaca juvenil expresa: “Todos somos diferentes, y eso nos hace iguales”, lo cual me recuerda las palabras de un colega amigo correntino que siempre repite: “Recuerda siempre que eres único... Exactamente igual que todos los demás. Hay diferencia donde no se aprecia e igualdad donde hay diferencia”.

Cada uno ve la vida a través de lo que es, de sus creencias, de su historia, de sus códigos morales, que comparte con una familia, una ciudad, un pueblo. Pertenece a un grupo, donde participa con una misma manera de ser, con una identidad común, que implica la vivencia de valores comunes. Posee una cultura, y existen tantas culturas como maneras de ser hay.

Cada cultura permite a las personas otorgarle sentido a lo que piensan y hacen, pudiendo comprender que otros actúen de forma distinta. Así, nacen la diversidad y la aceptación del otro como un mismo yo diferente. Esta diversidad permite aprender unos de otros.

Bien viene tener siempre presente la canción de Joan Manuel Serrat,



No hay comentarios:

Publicar un comentario